jueves, 24 de septiembre de 2009

El don de la Palabra.


Hablar a veces soluciona y simplifica todo. Otras veces, en cambio, causa un daño horrible e irreparable. El don de la palabra es extraño y fascinante. ¿Se imaginan un mundo en el cual no pudiéramos hablar? Muchas cosas no tendrían ningún sentido... Pero tal ves sería una vida más fácil. Me encanta hablar y expresar lo que siento. Pero sólo con algunas personas.
La sinceridad es una virtud que es
tá absolutamente ligada al hablar. Cuando dices la verdad, la dices, no la piensas ni la dibujas. Cuando te sinceras con alguien, tus palabras fluyen... Al principio torpes y testarudas, pero luego todo en ti se relaja y puedes terminar diciéndolo con total calma y confianza.
A veces pienso que mi sinceridad es una especie de maldición/bendición. Es extremadamente satisfactorio poder decir al fin la verdad en algún asunto, ser sincera y mostrarse tal cual uno es. Pero a veces no lo es, y tu lengua tramposa suelta aquello que tratas de esconder, sin remedio.
Y es que la verdad es un arma de doble filo, como todo lo que disponemos. Causa alegría y tristeza, placer y dolor... Todo depende de cómo, a quién, dónde y por qué se diga.
¡Hay que pensar tanto para decir algo! Si fuéramos como los niños y simplemente dijéramos lo que sentimos y pensamos, sin un filtro cultural, sería un mundo diferente. ¿Más hostil, quizás? No lo sabré nunca, ya que este mundo nunca será así. La mentira se aloja en él como... como algo que se aloja en otro algo.
En todo caso, hay unas mentirijillas buenas, las blancas. Y definitivamente yo no podría vivir sin ellas.