jueves, 28 de abril de 2011

Él.

Él llegó de la nada, apareció un día sin importancia. No me buscaba, ni yo a él. Yo no buscaba a nadie. Esperaba.
Él llegó con su luz a mi oscuridad, como una chispa de cordura. Una chispa de esperanza.
Me ofreció su todo, y yo lo acepté. Porque estaba herida... no era nada.
Y saca lo mejor de mí, porque es lo que espera encontrar en toda persona. Y sabe que existe, escondido entre la pena y la soledad.
No quiere que olvide. Quiere que aprenda, sane, entienda... y deje pasar. No todo es para siempre. Ni siquiera el dolor. Él lo sabe. Yo estoy aprendiendo.
Me quiere, me adora. Porque es lo que siente.
Es mi amigo, y lo quiero.

Pero ese amor... a veces me lleva nuevamente a la oscuridad. Lo anhelo, porque no quiero a nadie más para amar por ahora.

Pero mi amigo lo entiende, y espera. Paciente. Sereno.
Me sonríe. Y no me queda nada más que hacer que sonreírle de vuelta, agradecida por una bondad que no creo merecer.